Lo crean o no, Mae West, esta actriz con figura de botellín de Coca-Cola, era un mito erótico a principios de la década de 1930. Sus picantes canciones y su frívolos diálogos la convirtieron en la estrella mejor pagada del momento, toda una diosa de las fantasías masculinas. Se dice que ella fue la que dio el primer gran espaldarazo a Cary Grant en su carrera cuando le escogió como partenaire en She done him wrong (1933) por su apostura; Grant era como le gustaban a ella los hombres: altos, atléticos y morenos. Para comprender un poco más lo que significaba Mae West hay que verla andar, cantar y detenerse a escuchar el modo en que se expresaba al hablar, con una chulería especial de una ya lejana época. Por fortuna, este largometraje se rodó antes de que entrara en acción la censura del Código Hays. Fue dirigido por el artesano Wesley Ruggles bajo un guión de la misma Mae West. Los actores Edward Arnold y Ralf Harolde, uno de los malos de turno, completan el reparto principal. La película es una producción de la Paramount Pictures Corporation con 87 minutos de duración. En su estreno, fue muy bien acogida por el público.
El argumento de este musical romántico es el que sigue: La audaz Tira (Mae West) trabaja como cantante y, más tarde, domadora de leones en un circo. Por las noches, a ella le gusta flirtear con hombres ricos y recibir regalos caros de ellos. Un adivino le ha augurado que el hombre de su vida será rico y tendrá el pelo negro. Mientras espera que aparezca este galán (Cary Grant), Tira se convertirá en la víctima de una extraña intriga. Su compañero de habitación, Slick, un vulgar ladrón de carteras, atraca y apalea a un hombre para robarle un anillo de diamantes.
No soy ningún ángel (1933) es una película imprescindible para comprender la figura de Mae West, la actriz que salvó de la banca rota a toda una productora de cine. Un mito erótico de nuestros bisabuelos. Cualquier aficionado al cine antiguo gozará con su interpretación junto al carismático Cary Grant (en un papel corto). Por cierto, y sobre la broma de que tenía la figura de una botella de Coca-Cola: en realidad, es a la inversa, los botellines del popular refresco tenían esa forma por ella.
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